sábado, 19 de marzo de 2016

CLARISSA LICHTBLAU, O LA CLAVE DEMORADA

Tu resplandor, Clarissa, me entretiene 
en estos días pobres o confusos, 
días del hambre, de la vestimenta, 
de pronunciar qué tal y no sentirlo. 
Tu resplandor, o tu callada efigie, 
o algo que está en la foto y que no está 
para los otros, tu mirar severo 
o la elección futura. Tu tapado 
no pega con la idea de tu voz, 
o aún no lo acepté. Se ubica al centro 
el cello, guarecido en el estuche. 
Como preciosa gema rescatada. 
¿Cómo llegaste a actuar en La Segunda 
Patria? Volvés, en estos días turbios, 
a la dorada juventud prevista 
del film. Acaso no serán seis tomas 
las que han quedado en mí; pero "Clarissa"
es otro nombre, hoy, en los recuerdos. 

17 junio 1997.- 

PRONUNCIACIÓN DE UN HOMBRE

Murió en Madrid, con frío en las entrañas; 
en vísperas de amor. Nunca compuso 
cuento o novela malos, o rompió 
todo fallido intento. Compensaba 
su ausencia de vivir con estatura: 
hallabas en su frente lejanía, 
visos de resplandor. Dejó en sus textos 
vivísimas mujeres --no es exacto 
el adjetivo--. Su conversación 
fue otro regalo para los amigos. 

16 junio 1997.-

POEMA AL QUE ES MEJOR NO DAR NOMBRE

La mano; el violinista; las arterias; 
el escritor; el paso; el obsesivo. 
¿Con quién me quedo? ¿Cuál de mis parcelas 
de cuerpo o de dolor puede nombrarme? 
Nombre o conjuro de mi yo plural; 
o ríspido resumen en un verso 
de mí. De mi tristeza. De la mano 
del violinista loco. Tantos días 
de recabar la sombra. Duele el goce 
que no se alcanza. Y el que me prometo 
en el olvido o niebla de otro rostro. 
Duelen las horas que reclaman alce, 
abrazo, cerrazón, puñal, espera. 
¿Quién me daría cuenco de retama? 
¿Con qué emoción pudiera la penumbra? 
Tanto momento de licor cansado 
se encierra en este enjuicie. ¿Quién diría 
que la colina se tornó reproche? 
¿La plaza una estación? ¿Qué más pidiera 
que regresar a parras, al aroma 
de una curtiembre? ¿Qué no prometiera 
por ver que mis palabras o mi aliento 
dijeran otra vez o respiraran 
el río en que me hundí, costoso mito 
de la otredad de mí? Y hoy calabazas, 
y giros, y cadáveres, y arena. 

16 junio 1997.- 

miércoles, 16 de marzo de 2016

EJERCICIO DE PROSA


Cariño de la llama, 
felicidad del viento, 
si no te busco pierdo mi destino, 
pero tampoco aparecés. Callada 
en tu estación, me inclino a la desdicha, 
no logro dar con formas de tu aliento; 
callado, demorado, 
hago vivienda en fríos, en ventiscas. 
Se me piantó Galicia: desvarío 
en once y siete sílabas, locura 
de los reflejos. Pierdo mi comida, 
o no la pruebo, y vos con tu semblante 
contra mi hacienda. Como ves, es gesto 
que peca de anacrónico: los versos 
son otra forma de llegar al morbo: 
temblor de cuerpo y voz, desatendidos 
el labio y la mejilla, abandonados 
los ojos, condenados a vagar 
entre maderos de menor valor. 
Y encima el texto que no llega a tu ángel, 
el diálogo fingido, monosílabos 
cuando te enfrento, poca maña, muda, 
para decirte che, qué mal me hacés 
--pecando de canyengue contra el Álvaro--. 
Y dejo para un próximo poema 
las conclusiones obvias. 

14 junio 1997.- 

ACERCAMIENTO A CLARISSA

Tu mano lisa pudo la ventura 
de acariciar las cuerdas o pasajes 
hacia otro aroma, mano como remo. 

¿Dónde buscar tu mano lisa, dónde 
formar o ver tu cuerpo que no cesa? 
Y sin embargo te percude el tiempo, 
naciste, ya la arruga te adornara. 

Pero tu cuerpo, inmóvil en la foto, 
pero tu mano, sosteniendo el cello, 
pero tus ojos --hacia dónde miran--. 
¿En qué momento estás, en qué momento 
te tiene el blanco y negro, qué querías, 
dentro del film, y qué quería Hermann, 
cuándo sabré qué cuándo te refleja? 

14 junio 1997.- 

RECUERDO DE LOS INCAS --SUEÑO CIFRADO EN UN SOBRERRELIEVE--

Llaveros, o riberas, o limosnas, 
todo mezclado, puro maremoto, 
y cuando menos se lo espera el ágil, 
monedas de estación, acompasadas. 
Llaveros, o riberas. 

Maderos, o metal. La lamparita. 
La bola de aluminio. La difunta. 
Todo mezclado, pero, de repente, 
clara estación de la cosecha sana. 
Maderos, o metal. 

Y así la despedida, 
el largo arroz, la ropa, 
la noche de costado, 
cielo al revés --Solanas--. 
Así la despedida se digiere. 

Asado de los muertos, 
sifón de los occisos, 
todo cosecha negra, 
y volver a empezar: 
asado de los muertos, que nos comen. 

Un ciego corrigió la adivinanza: 
le puso piedras, cruces y vertientes. 

12 junio 1997.- 

MACERACIÓN DEL TRISTE

"Caricias del no haber. Siento que cae 
la lluvia, o su destino, 
ramo de sierpes de estación fingida. 
Mi cuerpo y mi no cuerpo. 
Los ojos del verano que perdí. 
Abeto de los tristes." 
Cuando acabó los desesperos pobres, 
la lucha de las sombras, 
el consentido dolo, 
quiso esperar sifones del olvido, 
cruentas vacilaciones. 
Pero su frente torpe se acordaba 
de la canción inútil de la siembra. 
¿Y cómo repetir las aventuras, 
cómo vencer el orbe 
de su armazón? "Callado recompongo 
sin conseguir, no obstante, la alegría. 
Me deshago en vahídos. 
Soplo del quejumbroso." 

(Es necesario repasar la pena 
y los hallazgos de la adivinanza. 
Dejemos los temores. 
Esto es canción, y dudas --sus matices--.) 

10 junio 1997.- 

SONETO

¿Qué puedo, si imposible vos, probar, 
qué queda hacer? Y no es escribir versos 
por escribir, sino por protestar, 
por intentar conjuros. Son diversos 
los modos de dolerse, y el que elijo 
es el vano dolor de los poemas, 
modo de siembra en el que quedo fijo 
a una canción sin tacha (siempre emblemas 
que uno y desuno, pasos por la vía 
de mi pesar, por cruentos derroteros 
de tu imposible, siempre la casida 
de los recuerdos: ardo como impía 
disolución en morbo, sumo austeros 
reflejos de tu ser, cumplo mi herida). 

10 junio 1997.- 

ACLARACIÓN

Callás. No das azul 
de tu canción de mar. 
Tus gestos me detienen 
como si fueran muros. 
Hay algo azul, azul, 
que me convoca a vos. 
Muros de madreselva, 
lenta canción sin fueros. 

Y por la senda de los imposibles 
me entero de tu risa. No lamento 
los imposibles. Risa tan al frente 
como un balcón y muro, como un arpa 
con solo de soprano. Lentitud 
de calle amanecida, de borracho 
de tu esplendor. Ardilla del que muere 
y ronda en torno a vos, como una sombra 
digo y desdigo la confusa pena. 

Si nunca acordarás 
labio o sombra de tez 
en la noche precisa, 
recordaré los sueños; 
si jamás te oirá 
risa a mí de tu faz, 
perderé lozanía, 
seré tu amigo pulcro. 

7 junio 1997.- 

COMO MANO DEL ÁNGEL

Libro absoluto, libro 
como mano del ángel, 
potente sortilegio 
de volver a sus páginas 
a cada instante, cada 
palabra como joya, 
palabras con presagio, 
constante referencia, 
idea, luminaria, 
libro inhallable, libro 
como preciso sueño. 

6 junio 1997.-